En mi experiencia acompañando transformaciones organizacionales, la incertidumbre es una de las inquietudes que más se evidencia en las personas. Para muchos, este es uno de los aspectos negativos del denominado contexto VUCA (volátil, incierto, complejo y ambiguo, por sus siglas en inglés), que describe el entorno actual de los negocios. Frente a estas características, muchos managers tradicionales enfocan gran parte de sus esfuerzos en eliminar o reducir la incertidumbre, adoptando a veces un enfoque paternalista hacia sus equipos para ofrecer una sensación de seguridad.
Inspirado por un charla del doctor Mario Alonso Puig, quien explora cómo nuestra relación con la incertidumbre afecta nuestra capacidad de adaptación, me gustaría reflexionar sobre este tema. Como seres humanos, estamos diseñados para adaptarnos a lo desconocido, pero nuestra percepción de la incertidumbre suele asociarse al miedo, lo que desencadena el "miedo líquido": un miedo paralizante que surge cuando sentimos que no podemos prever o controlar lo que ocurre.
Este enfoque afecta nuestro cerebro y bloquea nuestra capacidad de adaptarnos. ¿Qué pasaría si, en lugar de ver la incertidumbre como un problema, la viéramos como una oportunidad? Adoptar una disposición abierta y curiosa transforma nuestra relación con lo desconocido, favoreciendo nuestra adaptabilidad en entornos cambiantes.
La adaptabilidad al cambio es, de hecho, una de las características fundamentales que buscamos en las transformaciones organizacionales y uno de los objetivos de la agilidad empresarial. Nuestro hemisferio derecho, especializado en explorar lo incierto, nos invita a salir de la rigidez que impone nuestro ego y hemisferio izquierdo, el cual busca el control y la seguridad absoluta.
Entonces, ¿cómo transformamos nuestra relación con la incertidumbre? Liberándonos de la necesidad de control y abriéndonos a la posibilidad de aprendizaje y crecimiento en lo incierto. Cuando vemos la incertidumbre como algo negativo, nuestro cuerpo y mente reaccionan en consecuencia, generando tensión y estrés, y nos volvemos menos adaptables y menos sociales.
La incertidumbre no es buena ni mala; simplemente es. Aceptarla nos abre a nuevas oportunidades y nos permite vivir en armonía con un mundo en constante cambio, en lugar de resistirnos a él.
¿Te gustaría explorar cómo tu organización puede adaptarse mejor a la incertidumbre? Contáctame para una conversación sobre transformación y agilidad empresarial.
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